El tan esperado regreso en el Lollapalooza Argentina 2022
Escrito por Radio Zero FM el 25 marzo, 2022
Día 1: No lo soñé
Bien temprano, Chita demostró tener todo para un horario más cercano al prime time: una voz cautivadora, una presencia notable y una banda precisa capaz de navegar suavemente entre el jazz, el soul y el R&B. Wos enfrentó a una multitud paseándose a pura adrenalina por una discografía que abunda en conexiones con las raíces del hip hop y con el rock más pesado. Su banda funcionó a la perfección y agregó toques experimentales entre psicodélicos y electrónicos, quedando la ovación para un freestyle magistral junto a Acru que hizo temblar el piso.
Por su parte, Duki volvió a dar pruebas de su evolución artística. Era cierto que no iba a parar hasta cantar bien en vivo: Mauro Ezequiel Lombardo se mostró muy seguro sobre las tablas, coordinado a la perfección con una banda muy afilada y acompañado por su gran productor Asan. Su reciente viraje hacia el pop puede ser cuestionable, pero aquí eligió un regreso a las bases más crudas y rockeras. El que haya abierto con “Hello Cotto” y cerrado con “Goteo” –el inicio de su propia globalización–, fue toda una declaración de principios.
Mientras Alesso se cargaba al hombro la ausencia de C. Tangana a puro EDM, techno y house, la mayoría de los ojos se posaron en el Perry’s porque allí Dillom entregaba uno de los shows más increíbles del festival. Hace rato que es imposible catalogarlo por su versatilidad y experimentación dentro de una escena que hace tiempo se estancó y tuvo que virar al pop radial. Manejando el escenario con placer, combinó trap y rap con soul, R&B, house, acid-house, hard rock y hasta heavy metal, sin perder su esencia entre punk y hardcore. Ser el bicho raro que incomoda al resto tiene sus ventajas: puede destacarte entre tantas imitaciones.
Desde las entrañas de la bestia, A$AP Rocky trajo un show clásico de trap en el que coexistieron el drill y el rap de la vieja escuela. Tocar sin banda a estas alturas es un error, pero también es cierto que permite una mayor crudeza que el público de este subgénero musical suele apreciar. Intensidad, beats oscuros con texturas densas y envolventes y una atmósfera entre expectante y descontrolada que sin dudas merecía algo más de uno de los grandes nombres del momento.
El cierre del primer día estuvo a cargo de Bizarrap. Viviendo al máximo su momento consagratorio, el oriundo de Ramos Mejía utilizó una batería de remixes de sus sesiones. Todos ellos pensados para jugar con la ansiedad del público, adaptando cada fragmento a la perfección y eligiendo muy bien las transiciones ¿La sorpresa? El acertado homenaje a Los Redondos –bendición del Indio Solari mediante– de la mano de una respetuosa versión de “Ji ji ji” junto a un Gaspar Benegas prendido fuego.
Miley Cyrus: Future is now
En uno de los regresos más esperados del año, Miley Cyrus encabezó la primera noche del Lollapalooza Argentina 2022 haciendo gala de una voz superlativa, una presencia cautivadora y una versatilidad musical inagotable. Muchos tal vez se hayan sorprendido ante el tamaño de su estallido guitarrero pero lo cierto es que, dentro de cada una de sus transformaciones, el rock siempre tuvo un lugar privilegiado. Mientras muchos sostienen que el rock ha muerto, ella decide rescatarlo, reconvertirlo y relanzarlo hacia un futuro en el que todavía sigue sin estar nada está escrito.
Al galope de una banda afiladísima, Miley se mostró capaz de reversionar sus canciones, sin que esto signifique una pérdida de su esencia. Su ingreso con “We Can’t Stop” –cruzada con “Where Is My Mind” de Pixies–, “WTF Do I Know, “Plastic Hearts”, su gran versión de “Heart of Glass” de Blondie –lección: cómo homenajear un clásico eludiendo el cliché– y “Mother’s Daughter”, alcanzaron para confirmar que lo suyo va mucho más allá de un solo género o estilo musical: pasaron a toda velocidad el hard rock, el blues, el R&B, el rock industrial, el hip hop y hasta el góspel.
Con total facilidad, Miley exhibió de forma constante su perfil camaleónico, algo elogiable si se considera que hoy día utiliza como pivote uno de los géneros más tradicionales que existen. De rendirle homenaje a sus raíces culturales con “4X4” en clave pop industrial, pasó a la distorsión de neón con “SMS (Bangerz)” y abrió el significante sonoro con la cruza entre “Dooo It!” y “23” ¿Hip hop? ¿Rock? ¿Country? Ella es mucho más que eso: es claro que la música del futuro no sabe de encasillamientos. Hubo lugar también para momentos más tranquilos, en los que supo conectarse con el espíritu más romántico de los viejos tiempos (“Never Be Me”, “High”, “You” y su cover de “Bang Bang (My Baby Shot Me Down)” de Nancy Sinatra) y en los que demostró que su voz puede con absolutamente todo. Si en esos momentos miró hacia el pasado con nostalgia, también supo hacerlo desde el presente con esa explosión disco-pop llamada “Nothing Breaks Like A Heart” y con su otra cara más guitarrera, “Midnight Sky”.
Cuando se acercaba ese momento al que nadie quería llegar, el clasicismo de su logradísima versión de “Jolene” y la reimaginación de “Fly on the Wall” en clave Siouxsie and the Banshees, generaron un pico de euforia colectiva. Para los más fieles, “7 Things” y “The Climb” fueron un bellísimo premio, así como también lo fue “Wrecking Ball”, canción que unieron al público y a la artista en un grito tan doloroso como liberador. La despedida fue con “Party in the Usa”, la bandera LGBT flameando en sus manos y la amplia sonrisa de quien sabe que su arte ya superó el tiempo presente.
Día 2: Clásico y moderno
La sobredosis de indie rock y de post-punk de El Mató a Un Policía Motorizado fue el condimento ideal para una jornada soleada. Hace tiempo que la banda de Santiago Motorizado está lista para todo lo que seguirá viniendo. Un rato más tarde, Nicki Nicole pisó el Main Stage y dejó sensaciones contradictorias: es evidente que ha evolucionado mucho en estos años, pero todavía no logra encontrar su registro (ni el aire) ideal para el vivo. Más allá de esto, sus conexiones con el neo soul y el pop la destacan dentro de una escena en la que lo masivo empieza a borrar ciertas subjetividades.
Luchando contra un pésimo sonido, LP se lució ante un público muy fiel que cantó todas sus canciones. Haciendo gala de su precisión, calidez y potencia, Laura Pergolizzi levantó la voz hasta el cielo y estremeció a la multitud con su vibrato y sus agudos filosos. Rock clásico, psicodelia, blues, soul y pop-rock, todo a la carta. Bien cerca, Khea agitó el avispero a pura intensidad física y repasando una enorme cantidad de hits ¿Cuál es el problema? Usa demasiado autotune y por momentos eso dificulta que se comprenda lo que está cantando ¿La solución? Alternarlo entre canciones, porque cuando baja al rap más clásico demuestra que tiene voz y aire de sobra para cumplir con el objetivo.
Paseando sus múltiples facetas artísticas, Machine Gun Kelly dominó a pura potencia el Main Stage frente a una multitud que lo esperaba con ansias. ¿Fue la gran sorpresa de la jornada? Es posible, porque supo combinar variados elementos –pop punk, rap y rock industrial– para generar un caos perfectamente ordenado. Showman absoluto, hizo suyas las tablas y aprovechó para demostrar que (a pesar de su evitable polémica con Eminem), sabe rapear muy bien. En sintonía con el espíritu rockero del Lollapalooza 2022, Colson Baker se plantó con mucha actitud y dejó en claro que las guitarras están más vivas que nunca.
Doja Cat dejó en claro que lo suyo va muy en serio. A diferencia de muchos de sus colegas, vino con banda completa, preparó un show explosivo y no abusó de las pistas. Rapeando en crudo y exhibiendo un flow sensacional, la californiana superó las expectativas con un show que hizo recordar a los viejos gatherings de hip hop de los noventa. El homenaje a las damas del rap y del soul que brillaron entre fines e inicios del siglo XXI fue tan claro como acertado, así como sus muy finas incursiones al neo soul y al R&B, ambas desde una lente 100% futurista.
The Strokes: Perfectamente (a)normales
Más allá de las quejas y debates en redes sociales, lo cierto es que The Strokes dio un show 100% rockero que los retrotrajo a sus orígenes más sucios y desprolijos. Una esencia que, a pesar de toda el agua que corrió por debajo del puente, nunca se perdió y que pasearon una vez más por la Argentina. Sí, el retraso en el inicio, los problemas de comunicación sobre el escenario y momentos de fastidio por el sonido que llegaba desde el Perry’s, encontraron a la banda navegando entre breves momentos de incomodidad. Pero esto no ocultó el hecho de que Julian Casablancas –con la voz en un punto muy alto–, Albert Hammond Jr., Nick Valensi, Fabrizio Moretti y Nikolai Fraiture están en un pico colectivo que potencia el ya reconocido e innegable talento individual que cada uno de ellos posee.
Sin ningún grado de demagogia, los neoyorquinos apostaron por un setlist alejado de la clásica atmósfera festivalera en el que predominaron (excelentes) canciones de dos discos de alto calibre –y con un grado mayor de experimentación sónica– como First Impressions of Earth (2005) y Angles (2011). Obviamente que varios de sus hits invencibles (“Someday”, “You Only Live Once”, “Juicebox”, “Take It or Leave It”, “Reptilia”, “Hard to Explain”) estuvieron presentes a pura distorsión, precisión y potencia. A contramano de lo que muchos sostuvieron, la actitud rockera de The Strokes fue total y lejos estuvo de la displicencia o del desgano. Otro punto a destacar fue que las canciones de The New Abnormal (2020) suenan muy bien en vivo: el retro futurismo de “Bad Decisions” y de “The Adults Are Talking” dialoga a la perfección con la lluvia ultra acelerada de techno que provee “Brooklyn Bridge to Chorus” y con las texturas entre nostálgicas y new wave 2.0 de “Eternal Summer” y de “Ode to the Mets”.
Para quienes gustan de los detalles, la contraposición entre el clasicismo rock del dueto “Under Control” y “Killing Lies” y la esencia post-punk de “You’re So Right”, destacó por completo las dos facetas opuestas que conviven dentro de la misma bestia. Pero eso no fue todo: unidas por la misma línea distorsiva, “Razorblade” –con un divertido y acertado segmento cumbiero– y “Trying Your Luck” hicieron que la llamarada se elevase bien alto. Terminando con un juego de sombras, el paisaje distópico que se delinea en “Electricityscape” se conectó narrativamente –como el día y la noche de un futuro incierto y peligroso– con la oscuridad desesperanzada, entre punk y garagera, de “New York City Cops”.
La (a)normalidad –la nueva y la vieja por igual– de The Strokes está muy lejos de lo que muchos militantes de la pulcritud y de la prolijidad piensan. A través de los años y de los conflictos, Casablancas, Hammond Jr., Valensi, Moretti y Fraiture dejaron en claro que son capaces de entregar una de las mejores experiencias en vivo y de que la evolución, esencia y nostalgia pueden ir de la mano.
Día 3: Canción, llegaste (muy) lejos
La última jornada del Lollapalooza Argentina 2022 encontró a Idles dejando la piel a puro punk, hard rock y post hardcore. Oda a la música en vivo, sin visuales y conjugando todos los elementos del under los británico-irlandeses tienen la fórmula del éxito: un bajo punzante, una batería galopante, una guitarra muy veloz y un notable frontman al servicio del caos. Del otro lado del predio, Emmanuel Horvilleur confirmaba su estatus de ícono: mientras caía el sol, entregó un setlist repleto de clásicos siempre reinventados. Los setentas y los ochentas entraron en comunicación con el presente, quedando por un momento mágico en el centro de la escena el funk, el retro disco, el techno y el pop clásico.
Mereciendo mejor ubicación y horario, Acru representó al rap más puro. Ese que se escucha en las calles, sin vueltas ni edulcorante. Motorizado por una máquina de sonido total, su show fue pura adrenalina y cruzó caminos con el metal y el rock industrial. Ante una marea de gente, Tiago PZK tuvo su debut y brilló como si ya hubiese pisado el escenario del Lollapalooza desde siempre. Era cierto que no le tenía miedo al contexto: a pura energía, Tiago –apoyado en una banda muy talentosa– recorrió su repertorio con mucha espalda. Canciones que se mueven entre el trap, el rap, el pop, el reggaetón, el R&B, el reggae y el funk. Dentro de una escena que empieza a ver a sus referentes reinventarse o perecer, Tiago demostró ser un artista muy diferente al resto.
Venciendo al frío, Jhay Cortez desató una fiesta a puro reggaetón y trap latino. Y lo hizo combinando la esencia más profunda de nuestro continente con cierta potencia rockera. Algo que, entre hits virales –y salvando todas las distancias– recordó al viejo reggaetón. Sí, a ese que era muchísimo más crudo, peleado con lo comercial y bien cercano al gangsta-rap.
No hay canción de Babasónicos que no sea memorable. Y ni hablar si consideramos en esa extensa lista a todas las reversiones que han hecho a lo largo de los años. Mostrando su faceta más guitarrera, desfachatada y directa, la banda liderada por un chamánico Adrián Dárgelos entendió a la perfección cuál era su rol en este festival. Por historia y vigencia, no es descabellado decir que fueron co-headliners con los Foo Fighters: peleando contra un viento insufrible que llevaba la canción lejos y contra algunos insólitos errores técnicos no forzados (por ejemplo, la batería sonó ahogada y la guitarra principal luchó en exceso), los bonaerenses recorrieron su glorioso pasado y su aún más glorioso presente, sin quitar la mirada del horizonte.
Hubo lugar para el rock con tonalidades western (“Sin mi diablo”, “Irresponsables”, “Desfachatados”), el disco-funk (“Ingrediente”), el electro-rock (“La lanza”), los retazos electrónicos con rock sureño (“Los calientes”, “Risa”), la ranchera pura (“Pendejo”), las baladas épicas y potentes (“Como eran las cosas”, “Vampi”, “El colmo”) y el rock clásico (“Once”). En esta lista faltan “La izquierda de la noche” y “La pregunta”, dos canciones que son de las más recientes y que funcionan como catalizadores de la esencia de una banda eterna: la primera es una evolución de su complejidad filosófica y lingüística; y la segunda es una persistente invitación a encontrar un (nuevo) recital dentro de una sola canción. Dos piezas que, combinadas, definen a los Babasónicos a la perfección: un significante infinito que siempre encuentra la manera de persistir, sorprender y deslumbrar.
El show de L-Gante era uno de los más esperados por su narrativa: el ascenso meteórico de otro artista que también salió de las entrañas de la bestia. Sin que nadie le regalase nada, Elian Ángel Valenzuela logró convertirse en uno de los nombres más pujantes del mainstream local. Mientras el viento azotaba, L-Gante y su productor DT Bilardo llevaron el barrio al Lollapalooza: cumbia villera y RKT puros y duros. Una lluvia de hits para bailar sin parar, con una destacable y muy fuerte presencia de las raíces sonoras de Latinoamérica, tanto en la percusión como en el calor que emanaba del escenario.
Foo Fighters: Volver a cantar juntos
Es muy poco lo que todavía no se dijo de los Foo Fighters. Siempre hay detalles y nuevas vetas que se suman al análisis, pero lo cierto es que hace 26 años que la banda liderada por Dave Grohl mantiene bien alto la llama del rock and roll. Y lo hace de la mano de un profesionalismo y de un amor por la música que son simplemente emocionantes. Esto ya es muchísimo más que lo que la mayoría de las bandas que pasaron o están pasando por nuestra historia pueden decir. Pensamiento que recorrió las cabezas de los cientos de miles de espectadores que saltaron, cantaron y lloraron durante las dos horas y veinte que duró el recital.
Apostando por un esquema más repartido entre lo mejor de una discografía XXXXL, los norteamericanos tocaron 18 canciones y crearon –como en sus tres visitas anteriores– una atmósfera inolvidable. Quitando las zapadas, presentaciones y homenajes (destacaron los covers de “Blitzkrieg Bop” y de “My Generation” en manos de los invencibles Pat Smear y Nate Mendel, respectivamente), es cierto que podrían haber sumado algunos temas más a la lista. Pero seamos honestos: sin todo ese agite y diversión, nada sería lo mismo. La experiencia en vivo de los Foo Fighters es integral y poderosa y los encuentra siempre a los saltos y empujones entre la estridencia, la potencia y la emotividad.
Las versiones alargadas de “Times Like These”, “The Pretender” y “Learn to Fly” coexistieron muy bien con el nuevo material: ese brutalmente hermoso homenaje a Lemmy Kilmister llamado “No Son of Mine” lideró la carga y la oscuridad más introspectiva –entre hard rock y gospel– de “Shame Shame” sumó matices a un sonido siempre al punto. Durante “Sky is a Neighborhood”, el brillo fue todo de las vocalistas, generando un momento de cierta tranquilidad antes de una seguidilla llena de adrenalina de la mano de “Breakout”, “These Days” y “Walk”.
Después de sostener a pura potencia y versatilidad rítmica la columna principal, Taylor Hawkins intercambió lugares con Dave Grohl para ejecutar un sólido y juguetón cover de “Somebody To Love” de Queen. Una vez más, la senda de la locura fue retomada con “All My Life” y “Run”, quedando –mientras “Wheels” traía un poco de calma– el momento de la jornada reservado para el pintor que logró hacerle llegar a un emocionado y agradecido Dave un retrato gigante. No iba a faltar “Best of You”, claro, pero el otro gran momento fue el recuerdo de Grohl de cuando junto a Kurt Cobain asistieron a la primera edición del Lollapalooza en el año 1991; pie más que perfecto para invitar a Perry Farrell y demoler el techo estrellado con “Been Caught Stealing” de Jane’s Addiction.
La despedida fue a los saltos con “Monkey Wrench” y “Everlong”, pero sin desesperación: los Foo Fighters volverán muy pronto a nuestro país. Hace 26 años que este grupo de enormes y talentosos profesionales es el mejor en lo suyo. Y en mucho más también. No nos engañemos: una de las razones por las que queríamos que la música en vivo regresase, era para poder volver a cantar con ellos.
FUENTE: INDIE HOY